En la actualidad, cada vez son más las personas dentro de la familia que asumen la responsabilidad de cuidar a otros familiares dependientes y/o enfermos. Estos cuidadores, conocidos como cuidadores informales, se dedican a cuidar, acompañar y convivir con la persona dependiente. Aunque cuidar de un ser querido puede ser una fuente de gran satisfacción personal, es fundamental hacerlo con conciencia de los posibles riesgos y adoptar medidas para prevenirlos. ¿Cómo lograrlo? Cuidándote primero a ti mismo/a.

Cuidar a una persona enferma o dependiente es un desafío considerable que puede llegar a ser abrumador emocionalmente. La persona dependiente o enferma se convierte en el centro de atención, ocupando no solo tu tiempo, sino también tus pensamientos y energías. Si no se toman precauciones, esta situación puede ser extremadamente peligrosa para el cuidador, conduciendo a un profundo agotamiento físico y emocional conocido como el síndrome del cuidador quemado. En este artículo pretendo darte algunas claves que te ayuden a cuidarte a ti mismo/a para cuidar mejor a la otra persona.

¿Qué es el síndrome del cuidador quemado?

El síndrome del cuidador quemado es una condición común entre personas que cuidan y/o conviven con alguien dependiente o enfermo, y se caracteriza por un profundo agotamiento físico y mental. Este agotamiento puede ser tanto causa como consecuencia de períodos de ansiedad, estrés y la intensa carga emocional que implica cuidar de otra persona. Acompañar emocionalmente a un ser querido, afrontar un diagnóstico difícil, asumir nuevas responsabilidades y tratar de equilibrar la vida laboral con la personal son desafíos que pueden llevar a este síndrome.

La alta demanda de cuidado, atención y responsabilidades propias de la situación a menudo hace que toda tu energía y atención se concentren en la persona a tu cargo, dejando de lado tus actividades de ocio, tu vida social e incluso olvidando tus propias necesidades. Este descuido personal no solo afecta tu bienestar, sino que también puede dificultar tus relaciones personales y familiares, creando un ciclo de agotamiento cada vez más profundo.

¿Cómo cuidar y acompañar?

El primer paso para poder cuidar y acompañar a otra persona es cuidar de ti mismo/a. Cuando te cuidas, te permites estar en una mejor posición para ayudar a tus seres queridos de manera plena, empática y compasiva. Al asegurarte de que tus propias necesidades están cubiertas, reduces el riesgo de agotamiento y preservas tu vitalidad. Al priorizar tu salud, no solo te fortaleces a ti mismo, sino que también te conviertes en una fuente de fortaleza y estabilidad para quienes te rodean. De esta manera, puedes seguir apoyando a tus seres queridos sin sacrificar tu propio bienestar y felicidad en el proceso. ¡No te pierdas a ti mismo/a en el camino!

Estrategias para prevenir y manejar el síndrome del cuidador quemado

1. Aceptar que tú también eres protagonista de la situación

Una de las barreras más comunes a la hora de pedir ayuda y/o apoyo es el sentimiento de que la situación no nos pertenece, el sentimiento de que contando lo que está pasando estamos traicionando su intimidad y confianza, el sentimiento de que toda la ayuda, atención y apoyo tiene que ir dirigido a la persona que cuidamos porque es la que lo está sufriendo, sentirnos egoístas por hablar de ello, creer que tenemos que estar fuertes siempre para la otra persona, etc.

A pesar de que entiendo y respeto este pensamiento, déjame decirte que.... SI! el problema también te pertenece, la experiencia también las estás viviendo tú y por ello puedes estar sufriendo, tener altibajos, sentirte cansado/a, enfadado/a.....pero, sobre todo, mereces que te ayuden, que te apoyen y que te acompañen. El primer paso es este, reconocerte como protagonista de la situación, aceptar que formas parte de ella.

2. Comprender la enfermedad

Entender la enfermedad de la persona a la que estamos cuidando es esencial para proporcionar un apoyo empático y compasivo. Esta comprensión puede ayudarnos a entender y empatizar mejor con sus emociones, preocupaciones, miedos, pensamientos, comportamientos y altibajos. Pero hay más, comprender nos puede ayudar a nosotros/as mismos/as en los siguientes aspectos. En primer lugar, nos ayuda a gestionar y adaptar nuestras expectativas preparándonos mejor para lo que puede pasar reduciendo el malestar que causa la incertidumbre sobre el futuro de esa persona. Por otro lado, nos puede ayudar a anticipar sus necesidades, haciendo que estemos preparados para actuar y poder cubrir las necesidades que estén bajo nuestro control. ¿Cómo podemos hacerlo?

- Unirte a grupos de apoyo específicos de esa enfermedad

- Consultar profesionales de la salud que te puedan proporcionar información adicional y responder a tus preguntas

- Buscar información en asociaciones o fundaciones. Muchas cuentan con recursos disponibles en línea. Podemos encontrar diferentes formatos, desde artículos y foros de discusión hasta talleres y encuentros formativos.

3. Aceptar que no todo depende de nosotros - poner límites

Aceptar que no todo depende de nosotros y establecer límites claros en el cuidado es crucial para mantener tu bienestar y proporcionar un apoyo efectivo. Reconocer nuestras limitaciones, reconocer y aceptar que hay aspectos de la enfermedad y de su malestar que están fuera de nuestro control y reconocer que no siempre podemos aliviar su malestar es fundamental. Aceptar nuestros límites nos ayuda a gestionar nuestra frustración, nuestra autoexigencia, nos ayuda a reducir nuestra energía hacia aspectos que no podemos controlar y, sobre todo, nos ayuda a reducir el agotamiento físico y mental.

4. Cuidado físico

El estrés y el agotamiento continuo son respuestas comunes a las demandas de cuidar a alguien, y estos sentimientos a menudo se manifiestan en nuestros hábitos de alimentación y descanso. El estrés puede causar cambios bruscos en el apetito, llevándonos a comer de manera compulsiva y descontrolada o, por el contrario, a perder el apetito por completo. Estos cambios pueden resultar en una alimentación escasa o inadecuada, lo que a su vez incrementa el agotamiento físico y mental. El estrés puede afectar también a nuestro sueño y descanso, puede modificar nuestros patrones de sueño, un ejemplo de ello son los despertares nocturnos o el insomnio. Para mantener una buena salud, es crucial cuidar estos aspectos.

Alimentación: Es importante comprometerse a realizar todas las comidas del día, optar por alimentos saludables, y tomarse el tiempo necesario para comer de manera tranquila y sin prisas. Esto no solo ayuda a mantener niveles adecuados de energía, sino que también contribuye a un mejor equilibrio emocional y físico. Asegurarnos de que nuestra alimentación sea nutritiva y regular puede ser un paso vital para reducir el impacto del estrés y mejorar nuestro bienestar general en situaciones desafiantes.

Descanso y sueño: Es importante darse tiempos de calma durante el día para permitir que el cuerpo y la mente se recuperen. Regular nuestro horario de sueño es crucial; acostarse y levantarse a la misma hora todos los días ayuda a establecer un ritmo circadiano saludable. Aprender sobre la higiene del sueño puede marcar una gran diferencia. Está comprobado que el ejercicio ayuda también a regular el estrés y mejorar el descanso.

5. Pedir ayuda a familiares y/o personas de confianza

Otra de las consecuencias y/o causas de este síndrome es el aislamiento social y familiar. Aprender a pedir ayuda, a delegar responsabilidades, a pedir apoyo, consejo, escucha puede ser crucial en esta etapa. Muchas veces evitamos pedir esta ayuda por no querer preocupar, por no querer involucrar a otros, por el miedo a compartir lo que pasa con otras personas por lo dicho anteriormente...etc. Dejarse ayudar no tiene nada malo, todo lo contrario, puede facilitarte el trabajo de compaginar tu vida con el cuidado de la otra persona, puede ayudarte a no sentirte solo/a en la situación. ¿y si no tengo esa red de apoyo? Si puedes económicamente, puedes empezar por pedir ayuda a servicios encargados de cuidar a esas personas dependientes. Esto, por ejemplo, en situaciones donde la persona dependiente es una madre o padre mayor suele ser un paso muy difícil emocionalmente. Algunas personas mayores se niegan a este tipo de servicios y tú puedes llegar a sentir que estás dejando su vida en manos de una persona desconocida, que le estás abandonando. Entiendo estas emociones y estas barreras y sé que es difícil pero, este tipo de ayudas, suelen ser de gran ayuda y, aunque cueste adaptarse al principio, a largo plazo puede tener muchos beneficios tanto para ti como para la persona a la que cuidas. Si no es a través de profesionales, aunque cueste, puedes intentar repartir las responsabilidades de cuidado con algún familiar, repartir esa tarea con las del hogar con tu pareja e incluso, si son mayores, con tus hijos/as. Para pedir este tipo de ayuda hay que comunicarse, muchas veces tus familiares pueden no darse cuenta del enorme reto que estás viviendo. Comunica cómo te sientes, qué necesitas, explica qué está pasando....

6. Prestar atención a tus emociones

Cuidar de otra persona puede generar una alta carga emocional que lleva al agotamiento emocional del que hemos hablado. En estos momentos, tus emociones pueden ser abrumadoras y cambiar de manera abrupta, pasando de tristeza a miedo o ira en cuestión de segundos. Es fácil centrarse tanto en la otra persona que nos olvidamos de nuestras propias emociones, preocupaciones y miedos. Si estas emociones no se expresan, pueden acumularse y manifestarse de formas inesperadas. Es crucial escuchar y entender tus propias emociones, y aprender estrategias para regularlas. Darles espacio a tus sentimientos es fundamental para mantener un equilibrio emocional. No tienes por qué enfrentar esto solo/a. Participar en grupos de apoyo, compartir tus experiencias con conocidos, o asistir a sesiones de terapia o acompañamiento emocional puede ser muy beneficioso. Estas prácticas te ayudarán a gestionar tus emociones y a mantener tu bienestar emocional. Para comprender las emociones de los otros y empatizar, primero debemos comprendernos, escucharnos y empatizar con nosotros mismos.